Si cruzas el río Pasig y das una vuelta por Binondo, visitarás el barrio chino fuera de China, más antiguo del mundo.
Binondo fue fundado por Luis Pérez Dasmariñas, gobernador de Filipinas en 1594, con el propósito de concentrar a la creciente población china de Manila al otro lado del río, pero a tiro de los cañones de Intramuros.
“Mantén cerca a tus amigos, pero más cerca a tus enemigos”, decía Corleone en la segunda parte de “El Padrino”. Una frase que cumplieron al pie de la letra los españoles de la época, para así tener vigilados los movimientos de los comerciantes chinos, quienes no contaban con la protección de muralla alguna.
En la actualidad, alrededor de un 2,8% de la población total del país – unos dos millones de personas – tienen ascendencia puramente china. De esa población total, además, entre un 18 y un 27% tiene al menos uno o varios ascendentes de dicha nacionalidad, siendo ésta comunidad, en Filipinas, una de las más grandes de todo el sudeste asiático.
Y es que la presencia china en este país se remonta al siglo IX después de Cristo, momento en el que la conexión entre ambos países se daba a través del comercio e intercambio de bienes. Las relaciones prosperaron pronto, hasta el punto en que el gran dragón asiático estableció asentamientos en Luzón y las Bisayas, e incluso se organizaron uniones matrimoniales entre líderes de ambas naciones a fin de enriquecerse mutuamente de los beneficios de los casamientos.
Con la colonización española las cosas no cambiaron demasiado. A pesar de las múltiples escaramuzas que tuvieron lugar entre la armada española, los piratas de Lim Ah Hong y la población china que se les unió en sus revueltas, al resto se le permitió seguir residiendo en Manila a cambio de su absoluta conversión al catolicismo. No hay que ser una mente privilegiada para imaginar lo que le ocurría al que se negaba.
Al norte de Binondo, el Cementerio Chino de Manila se convierte en una curiosa atracción turística al adquirir una apariencia de ciudad, en la que se sustituyen los edificios por, enormes panteones y tejados de colores, diseños de pagodas y ornamentación psicodélica.
CEMENTERIO CHINO
Fundado en 1879 para albergar los cuerpos de los ciudadanos chinos, a quienes en la época colonial no les permitían ser enterrados en los cementerios católicos, el cementerio chino es el segundo más antiguo de Manila, aunque no es ese su principal reclamo.
Último lugar de descanso de familias adineradas, así como de algunos líderes chinos ejecutados por los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial, el cementerio cuenta con un importante número de tumbas, algunas misteriosas criptas, y mausoleos de arquitectura espectacular, que lo convierten en un museo.
Muchas de estas tumbas son tan grandes como una casa, algunas incluso más, y no les falta nada: desde cocina con agua corriente, hasta dormitorios con aire acondicionado, así los familiares pueden estar cerca y cómodos de sus difuntos, en todo momento.
Y mientras algunos miembros de la familia pasan unos días de visita, hay quienes han hecho del cementerio su dirección permanente. Algunas de las personas más pobres de Manila, viven en las criptas y mausoleos de las familias ricas, quienes les pagan una cuota fija por limpiarlos y cuidarlos.
Aquellos que habitan en el cementerio prefieren su relativa tranquilidad y seguridad a los peligrosos barrios pobres de la ciudad. En los mausoleos y en estructuras improvisadas construidas sobre las tumbas, las familias pasan sus días: charlan, juegan cartas y ven telenovelas en televisores montados cerca de las lápidas o de las cruces ornamentales. Por la noche, la gente duerme sobre las tumbas. La idea podría impactar a muchos, pero para los residentes es una opción práctica. En este país devotamente religioso algunos no ven la frontera entre los vivos y los muertos.
Pero si hay un punto de encuentro religioso y cultural de la comunidad china y chinoy (termino para denominar a las personas de origen filipino/pinoy y chino), este es el templo budista de “Seng Guan”.
TEMPLO BUDISTA DE SENG GUAN
El templo lleva el nombre del venerable Seng Guan (1889-1962), un monje de la región de Fujian que, junto con Cantón, son las dos regiones de donde provienen la mayoría de los chinos que viven en Manila.
Este monje fue un hombre muy activo en la expansión de la cultura y religión china en el sur de su país y en Manila, fundando instituciones y otros templos, como el “Hwa Chong”, también en Manila.
A pesar de ser un templo relativamente moderno, tiene menos de sesenta años, está considerado como uno de los templos budistas más bellos de Filipinas. Tiene una hermosa fachada con una gran estupa en la parte superior que se puede ver fácilmente desde lejos. El exterior puede parecer pequeño, pero una vez dentro te das cuenta de las grandes dimensiones.
Nada más cruzar los muros de entrada, que cuentan con bellas tallas incrustadas en la pared, encontrarás: santuarios con figuras de Buda, salas de meditación y un gran depósito para urnas con cenizas.
Un monje de Taiwán me contó que, en los años 70, el templo sufrió un incendio, es por ello que los tres Budas de oro más bonitos, que encontrarás en el segundo piso, son huecos, y en realidad están hechos de seda-mache (en lugar de papel). También en el segundo piso, hay un mural que muestra la vida de Buda. Fíjate en la gran talla de madera en forma de pez, suspendida del techo, que se utiliza para llamar a los monjes a la oración
DIVISORIA
“Sen Guan” está en la calle Narra a pocos metros del caos más apasionante de la metrópoli, Divisoria, uno de los “rastros” más grande de Asia. Kilómetros de calles y un sinfín de puestos de todo tipo donde se comen unos a otros, ya que no hay suficiente espacio.
Muchísima gente de aquí para allá, venida de todos los lugares de Metro Manila y del resto del país, Divisoria es famoso por ser el centro neurálgico filipino de las compras baratas.
Pero no todo el mercado está en la calle, también encontrarás varios centros comerciales con varias plantas, que te darán la sensación de ser grandes superficies de venta al por mayor, con precios muy baratos, pero, donde tendrás que buscar bien para encontrar algo de calidad.
Al grito de “pila-pila” (ven aquí) la mayoría, chicas, que atienden estos puestos, querrán que te acerques y venderte todo lo imaginable: ropa, calzado, material escolar, relojes, libros, juguetes y muebles, entre otros millones de cosas. Es tal la competencia, que parece que los diferentes puestos hayan llegado a un acuerdo y vendan todos al mismo precio. Esta es la razón por la que a veces, el regateo no tiene sentido, ya que no vas a conseguir grandes descuentos.
Un nuevo centro comercial marca la diferencia de clases en Divisoria, es “Lucky Chinatown”.
Con el objetivo de hacer Binondo el segundo punto turístico de la ciudad (después de Intramuros), han construido este mall que no deja de ser, como cualquier otro, aunque más enfocado al público chino.
Cuenta con una zona peatonal al aire libre “Chinatown walk”. Aquí puedes encontrar algunos buenos y modernos restaurantes de cocina china. También acoge los principales eventos del Año Nuevo Chino, entre otros festivales. Aquí puedes leer todo sobre el Año Nuevo Chino en Binondo
“Lucky Chinatown” representa la China del siglo XXI, la que no desea pasear por las calles de Binondo repletas de basura, niños de la calle y carritos sirviendo bolas de pescado fritas. La que no quiere ir a comer al restaurante “President” ya que representa la generación de sus padres, incluso de sus abuelos. Es cierto que los jóvenes chinos y chinoys de Manila desean mantener sus tradiciones, pero siendo un espejo de la sociedad china actual que se encuentra, a tan solo dos horas de avión de Manila.
Desde “Lucky Chinatown”, un corto trayecto de cinco minutos caminando por la calle Regina Regente, te llevará a la Plaza de San Lorenzo Ruiz, donde la pobreza más mísera convive con la alegría de los niños de la calle bañándose en sus fuentes.
PLAZA DE SAN LORENZO RUIZ
Antiguamente llamada Plaza de Calderón de la Barca, fue renombrada a Lorenzo Ruíz, un santificado misionero chinoy que fue ejecutado por los japoneses. Se cuenta que los frailes que fundaron la iglesia de Binondo, eran grandes admiradores del escritor barroco del Siglo de Oro, de ahí el homenaje.
Ocupando una esquina de la plaza, la Basílica Menor de San Lorenzo Ruiz, es uno de los pocos edificios históricos que quedan en el barrio. Fue levantada en honor al Santo Lorenzo Ruíz por los frailes dominicanos en el año 1596. El propósito de la misma, era facilitar la conversión de la población china y filipina al cristianismo.
El edificio original, fue destruido durante los bombardeos británicos de 1762. Reconstruida en 1852, no tuvo que esperar a la batalla de Manila para ser destruida por segunda vez. El 22 de septiembre de 1944, la alcanzó un bombardeo estadounidense, quedando solo en pie el curioso campanario octogonal y los muros exteriores. Restaurada en la década de 1950, el resultado es decididamente “kitsch”, con un altar que recuerda vagamente la fachada de San Pedro de Roma.
Desde aquí, los arcos chinos se erigen entre altos edificios, los farolillos rojos tiñen las calles llenas de gente. Unas acercas destartaladas, cuando las hay, nos llevan a farmacias cargadas de ungüentos y hierbas medicinales, tiendas de amuletos, de oro y jade, y clásicos restaurantes chinos que conviven con pequeños puestos de “siopao”. Estamos en Chinatwon, el primero y más antiguo, de todos los barrios chinos fuera de China.
CHINATOWN
Adentrarse en él, es hacerlo a través de la calle Ongpin, la calle más famosa del barrio, un pintoresco caos para recorrer, y para comer, ya que esta última es la principal razón para venir al barrio chino de Manila. La mayoría de restaurantes, son herederos de los primeros emprendedores que llegaron de la provincia sureña china de Fujian en el siglo IX, y que han destilado una mezcla de comida china en versión filipina que merece más que una oportunidad. Aquí puedes ver los mejores restaurantes del Chinatown de Manila
Es posible todavía ver por todo el barrio una ristra de caracteres chinos, no solo en los negocios y establecimientos, también en las señales. Fíjate en el cruce de las calles Ongpin y Salazar, en el forjado metal de los dragones sobre los letreros del nombre de la calle.
Circular se hace a determinadas horas una autentica proeza, debido a los muchos coches que se mezclan con los triciclos, tuc-tuc y calesas de caballos. Pero si hay una fecha donde no solo conducir, sino andar, se hace imposible, es durante el Año Nuevo Chino.
Es el gran evento en esta ciudad, las calles se llenan de gente, y entre la marea humana, los dragones volando se hacen paso. También puedes ver otros dragones improvisados por niños de la calle que, con una caja de cartón y un trozo de tela, imitan a los originales. De nuevo la pobreza parte de una ecuación que la gente simplemente, ignora. Aquí puedes leer todo sobre el Año Nuevo Chino en Binondo
La calle Ongpin muere en la Plaza Santa Cruz, donde se encuentra la iglesia del mismo nombre.
La primera fue erigida en 1608 por la Compañía de Jesús, como la iglesia parroquial de las crecientes filas de inmigrantes chinos que llegaban a Manila. La estructura original fue dañada dos veces por terremotos, y totalmente destruida en la Segunda Guerra Mundial. El edificio actual, terminado en 1957, es esencialmente barroco y recuerda a las iglesias misioneras españoles.
A menos de 10 minutos de la Plaza Santa Cruz se encuentra la avenida Claro M. Recto, también conocida como “Recto University” (Universidad de Recto), debido a la posibilidad de hacerte con un título universitario falso de la carrera que desees. Y no solo títulos académicos, también: documentos nacionales de identificación, pasaportes, carnés de conducir, o recibos de pago.
Alrededor de la estación LRT de Recto, hay unos 50 puestos que venden documentos falsos, otros establecimientos, ocultan su negocio detrás de una lona. Los precios oscilan entre los 200 PHP (3,23 € / 3,75 $) y los 1.500 PHP (24,23 € / 28,11 $). Lo encargas, y en dos horas como máximo lo tienes, pero por supuesto, falso.
Si tomas la calle Carriedo te adentrarás en Quiapo. La calle acoge un mercado que podría ser una pequeña extensión de Divisoria, aunque algo más colorista, y sobre todo su último tramo, religioso.
QUIAPO
A medida que te acerques a la Iglesia de Quiapo, en la Plaza Miranda, te sorprenderá ver las paradas de venta de velas, artilugios religiosos, el Santo Niño en todas sus versiones y, todo tipo de remedios naturales, incluidas pócimas abortivas como la “pamparegla”. Como entender que, a la puerta de la Iglesia, donde se concentra el mayor fervor religioso de todo Filipinas, es el lugar donde tienen que ir las mujeres que quieren poner fin a su embarazo. Ni que decir queda que, en Filipinas, el aborto está prohibido.
Esta plaza es uno de los lugares más controvertidos de la ciudad de Manila, a las vendedoras de medicinas y pócimas se suman, tarotistas que desde sus pequeñas sillas apaciguan angustias, y enviados del mesías a los que si les juras fidelidad te conducirán al paraíso. La Plaza Miranda es el mejor lugar donde encontrar remedios infalibles, a problemas complejos.
Y es que aquí la fe, es la gran protagonista. Las colas interminables de los confesionarios de la Iglesia llegan a la calle y se fusionan con, los lampadarios que rebosan estalactitas de cera, y la multitud devota que arrodillada reza, frente a la iglesia, ante la imposibilidad de entrar.
Dentro se encuentra el famoso Nazareno Negro, una imagen de Cristo a tamaño real a la que se le suponen propiedades milagrosas. La escultura de madera data del primero de los más de tres siglos de la colonización española de Filipinas.
Tallada en México, llegó a Manila el 31 de mayo de 1606 en un galeón procedente de Acapulco que, según la leyenda, se incendió cerca del archipiélago. El calor de las llamas otorgó al Cristo su característico color oscuro, según la creencia popular en el país, aunque otra versión atribuye este distintivo a que el autor, un artesano mexicano, quiso imprimir a la obra su misma tonalidad de piel, una tonalidad que coincide con la de una amplia mayoría de filipinos.
Dos veces al año, “el Cristo de las clases humildes”, como así se le conoce, es sacado en una gran procesión por las calles de Manila, que moviliza casi a dos millones de filipinos y, que genera, avalanchas humanas con cientos de desmayos y heridos.
La Plaza Miranda, con sus arcadas y pilares romanos vivió un terrible acontecimiento histórico. En 1971 durante un acto de campaña política del Partido Liberal (contrario al presidente Marcos), sufrió un ataque con bombas. Fallecieron nueve personas y hubo noventa y cinco heridos.
Otra calle llena de gangas es Villalobos Street, llena de puestos improvisados bajo grandes parasoles donde puedes encontrar alimentos, la mayoría vegetales, y a precios muy asequibles, 10-20 PHP (0,16-0,32 € / 0,18-0,37 $) por “tumpok” (montón).
Esta calle va de la Plaza Miranda al “Quinta market & Fishport”, un viejo mercado, recientemente resucitado gracias a los 150 millones PHP (2,4 millones € / 2,8 millones $) invertidos. Al mirarlo no puedo negar la melancolía que me entra recordando el anterior, aunque entiendo que los habitantes de la zona necesitan comodidad, limpieza… mirar al futuro.
Justo en frente de este mercado, hay uno de esos pequeños secretos que no ha llegado a oídos de los viajeros extranjeros que visitan Manila, pero si de algunos locales y muchos “balikbayan” (filipinos que viven en el exterior y visitan de vacaciones su país). Se llama “Ilalim ng Tulay”(debajo del puente) y allí está, bajo el puente de Quezón.
No hay muchos puestos, pero los que hay están bien surtidos de artesanía filipina, muchos artículos de mimbre y madera, lámparas de concha de capiz, abanicos y muchos otros suvenires. Por encima de sus artículos y calidad, es la curiosa situación del mercado, bajo el puente, la que te sorprende y te anima a venir aquí.
Nada más cruzar el mercado, puedes ver una puerta parecida a las que dan la bienvenida al barrio chino, es la entrada al barrio árabe de Quiapo.
COMUNIDAD MUSULMANA DE QUIAPO
Como si de una frontera se tratase, el puente separa las dos religiones, la católica representada por la Iglesia del Nazareno, y la musulmana, con la Mezquita Dorada. Ambas religiones conviven en lados opuestas, en paz, y con una buena cohesión.
Cruzar el arco es entrar en un mundo que poca relación tiene con el que dejas, es atractivo, y te invita a la curiosidad. Es posible que lo primero que te llame la atención es ver como va vestida la gente, las mujeres llevan la “abaya” y los hombres la “suriyah”. También, los muchos restaurantes y puestos de comida “Halal” (comida preparada de acuerdo a la ley islámica) que hay por el barrio.
La Mezquita del Globo del Oro con su cúpula pintada en oro, es la mezquita más grande de Manila. Fue construida en 1976, bajo orden de la entonces primera dama Imelda Marcos. Se dice que fue construida para impresionar al presidente libio, Muamar el Gadafi, sin embargo, la visita de estado de Gadafi a Manila, fue cancelada.
La pared exterior de la mezquita está decorada con mosaicos que cuentan con diseños geométricos y florales llamados “okir”, la versión filipina del motivo arabesco. Este es el arte indígena de los “Maranao”, una etnia árabe de Lanao, en Mindanao del norte.
Hay varios puentes que son puerta de entrada y salida a Binondo, uno de ellos es el de Jones, donde te darás de bruces con el nuevo Arco de entrada a Chinatown, levantado en 2015 con los fondos del “China Energy Fund Committee”.
El arco, que supuestamente es el mayor de su estilo en el mundo, no está exento de polémica, ya que una parte de la población con raíces chinas de Binondo, lo ve como una imposición de la cultura “oficial” china, que no representa su pasado de siglos de intenso mestizaje. Unos metros más allá, en la misma calle, hay un segundo “Arco de la Amistad entre Filipinas y China”, de dimensiones más modestas, construido a finales de la década de 1970.
Dejar Binondo es cruzar el río Pasig y encontrarte de nuevo con Intramuros, el edificio de Correos o, la abandonada joya del art déco, el Teatro Metropolitano, en definitiva, volver a un mundo mucho más cercano y conocido del que vienes. Pero al cruzar el río sentirás que algo te falta, y es que la vida que fluye en Chinatown te atrapa.